Usando la materia como canal la cultura Mochica del antiguo Perú desarrolló un pensamiento mítico que reinaba en su mundo espiritual. Esta cosmovisión les permitía considerar que debido a la exposición de las mujeres gestantes a rayo de illapa, dios trino compuesto por las fuerzas del rayo, el relámpago y el trueno aumentarían las posibilidades del nacimiento de un ser humano con ciertas características fisiológicas que hoy serían denominadas por la medicina como “malformaciones congénitas”. 

A las personas nacidas mediante este ritual se les atribuía la capacidad de intermediar entre el mundo divino y el terrenal, considerándoles como seres abundantes de magia y sabiduría. 

Al igual que la religión, la medicina moderna busca resolver un problema, nombrándolo en este caso como el “error genético” atribuyéndose la facultad de mejorar algo tan infinito como la naturaleza – o lo que llamamos como tal-  creando así metodologías de higiene social, como la eugenesia y estructuras estéticas que se apoyan en la hegemonía tradicional de regularidad y simetría como referencias a la perfección de lo divino, generando fronteras en la percepción de los seres humanos entre sí. Toda percepción está intrínsecamente ligada a su contexto metafísico. 

Lo opuesto es idéntico en naturaleza; difiriendo sólo en grados los extremos se tocan permitiendo la constante posibilidad del TODO.

¿Podremos recomponer el inicio? ¿Podremos transmutar el trayecto? La transición es lo único que permanece.