Itala Schmelz, curadora de arte mexicana: “El FIFV me gusta mucho, porque genera camaradería”

 Itala Schmelz nació en ciudad de México el año 1968 y estudió filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Ha desarrollado su trabajo profesional como crítica y curadora en el terreno de las artes visuales, con gran éxito. Este mes de noviembre, Itala se encuentra en Valparaíso, ciudad a la que vino a participar de un encuentro de curadores convocado por el CNCA y también participó como jurado en el Visionado de Portafolio FIFV 2016.

-Cuéntanos cómo ha sido tu experiencia durante estos primeros días en Valparaíso

En esta visita, me uní a un encuentro muy importante de curadores chilenos de diferentes macro zonas del país,  convocados por el Consejo de la Cultura para generar una propuesta sobre lo que sucede en el arte contemporáneo en Chile. Este es un evento paralelo al FIFV que se llama “Traslado”. Al principio, cuando me invitó Felipe Coddou, les ofrecí dar un taller donde trabaje con los fotógrafos, revisar como están conceptuando sus piezas. Ha sido muy interesante y me ha encantado conocer las distintas problemáticas, lo que significa la provincia y sentirse en la periferia respecto al centro, ver las preguntas que se hacen los artistas respecto al territorio, la memoria, la identidad. También he podido ver el mapeo del país y las diferencias de ciertas zonas donde sí hay estructura artística (galerías, museos, escuelas) con lugares donde no hay nada. Esta situación de aislamiento de Chile lleva a muchas almas solitarias a irse a zonas extremas a hacer creaciones de ermitaños, que a la vez son muy fascinantes y originales.

Aparte de eso, participé del Visionado de Portafolios FIFV. Fue un poco rápido, en dos días vi catorce trabajos de un total de veintiocho que están en competencia para la beca de estudio de 3 semanas en el Centro Internacional de Fotografía y Cine/EFTI de Madrid.

-¿Qué te han parecido los visionados de portafolios FIFV?

Muy bien, en los últimos años he hecho muchos visionados en otros países y a veces me pregunto quién gana más: el que hace el visionado o el autor, que presenta su portafolio. Y creo que el que hace el visionado gana muchísimo, porque se entera qué están haciendo los artistas, cómo están pensando, dónde cojean muchos proyectos, que temáticas terminan siendo lugares comunes o te das cuenta cuándo hay buenas fotos, pero no hay un buen proyecto. Me gusta mucho este diálogo, a los autores les planteo si conocen a ciertos autores, les comento de algún concurso o espacio que les sirva vocacionalmente. Trato de ser crítica y no complaciente. De los visionados hay una expectativa de que si participas, vas a salir exponiendo en una galería o vendiendo tus obras. Eso es un poco utópico. Quizás un porcentaje muy pequeño de los trabajos que se visionan se convierte en una obra artística con continuidad. Pero es un ejercicio humano increíble.

Los curadores no somos caza talentos, nos identificamos más con ciertas obras y sus temáticas, que con otras. Por eso en un visionado puede que un trabajo que no me despertó interés, es justamente el trabajo favorito de mi colega de al lado.

-¿Qué es lo que más te ha gustado de la 7ª edición del FIFV?

Me ha gustado el proceso donde todos llegan con algo, pero nadie sabe realmente qué va a construir. Para mí, es un reto, ya que me pidieron que escriba un texto para la Revista FIFV, que se publica  al final del festival. Soy una persona de letras en un contexto de imágenes y me ha gustado participar de este mutuo enriquecimiento. Llegas a un lugar incierto, donde no conoces al resto, con timidez y nervios, sin saber cómo podrás montar una exposición en tan poco tiempo. Y poco a poco empiezas a conocer a los otros a través de los diálogos, mesas redondas y visionados; te das cuenta que has generado un vínculo con tus pares, gente que se apasiona por lo mismo que a ti te apasiona, aunque vivan en distintos lugares del mundo. La gente que participa de los talleres pasa por un proceso muy intenso para crear una exposición colectiva. Y entonces, el FIFV se vuelve una fiesta que es de todos. Eso me gusta mucho porque genera camaradería, le quita las categorías de grandes autores y pequeños autores y nos vuelve a todos iguales.

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